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Ecologías Afectivas: un antídoto para la crisis de sensibilidad.


Vivimos un momento donde las sucesivas crisis permanentes y recurrentes no nos están permitiendo observar con claridad lo que sucede. Nos cuesta mucho poner los medios para enfrentarnos a los diversos problemas que son múltiples, diversos y entrelazados. Quizás la mejor manera de visualizar esta situación sea la de reconocer que habitamos una crisis de la sensibilidad[1]. Comprender el alcance de esta crisis de sensibilidad con el otro, puede darse en uno mismo, y puede observarse en nuestras prácticas cotidianas. Me gustaría, en este breve texto, poder compartir por qué enunciamos una formación desde el diseño, la arquitectura y las prácticas artísticas y espaciales que se denomina Ecologías Afectivas (EA).


Desde hace tiempo, la irrupción de la teoría crítica afectiva nos ha dado pie a muchas personas a expresar lo que observamos, lo que comprendemos, desde un lugar donde lo personal sí importa a la hora de discernir lo que nos sucede. La urdimbre de lo personal y lo estructurante compone nuestras vidas. Ambas ejercen un poder sobre nosotros. Pero no siempre somos capaces de vislumbrar esas formas de infra·poder que nos hacen actuar de determinadas maneras e incluso controlan nuestro comportamiento. Observar los modos afectivos y sus consecuencias espaciales, urbanas y territoriales es el ánimo del comienzo hace años de una forma de observar la realidad. En ella, se entremezclan diferentes corrientes de pensamiento que se originan desde el psicoanálisis marxista, el pensamiento postestructuralista, y los estudios queer o los estudios de economía crítica. El espectro actual es tan amplio que va desde la neurociencia a la teoría cultural contemporánea. Pero no podemos, ni nos interesa aquí, evaluar y analizar las diferentes ramas u orientaciones de lo que se enmarca dentro de la teoría afectiva o lo que está en los márgenes y sus iteraciones. Pensar desde la teoría afectiva para nosotros es desvelar las claves para poder vivir diferente.


En estos años, el devenir de los estudios afectivos se está aproximando a establecer una conexión entre las diferentes maneras de entender cómo vivir (y morir) en este mundo. Los estudios afectivos y los estudios medioambientales se encuentran en esa fusión lenta pero precisa que desde las Ecologías Afectivas nos empeñamos en indagar, desentrañar, y atraer hacia un contexto latinoamericano dónde a veces la interacción con el contexto anglosajón u otros no se da de una manera tan directa.



Imagen de la lignina de la pared celular del tejido vascular de las plantas. Img: Thomas Splettstoesser.


Pero lo que nos interesa es la creación, no solo de un espacio de pensamiento, sino de un espacio de acción, dentro de la reflexión que es a la vez propia y personal, y ajena y colectiva. Un espacio de aplicación al diseño, la arquitectura, y las prácticas artísticas y espaciales de lo que hace que nuestra vida pueda ser distinta.

Podemos ubicar las Ecologías Afectivas en cercanía a lo que se denomina ecocriticismo afectivo o los estudios animales, o posthumanismos medioambientales, u otras variantes del entrelazamiento de la teoría crítica afectiva y los estudios del medio y la ecología crítica. Todo ello aplicado al diseño de nuestra propia practica vital y sus atributos materiales y espaciales. Desde nuestra espacialidad, lo que hacemos es indagar en el materialismo afectivo de nuestras propias vidas.


Suelos vivos, agua limpia, y aire no contaminado, son los objetivos fundacionales a las que nuestras prácticas de diseño deben llegar a contribuir. Pensando en que la industria de la construcción es responsable del 39% de las emisiones de CO2 y una de las más contaminantes y destructoras. ¡Claro! que todos queremos revertir esta situación, pero en el día a día, no es fácil poder aplicarlo. Desde la formación que proponemos, el camino es personal y colectivo al mismo tiempo, es decir es afectivo. Nos implica porque implica a todos. Es entonces, cuando podemos definir las Ecologías Afectivas como un lugar dónde abrirnos al atrevimiento de explorar el mundo desde nuestra propia sensibilidad. Poder ser personas que dejamos caminar nuestros afectos con nosotros y para ello indagamos, los pensamos pero también los vivimos.


[1] Baptiste Morizot. Maneras de estar vivo. La crisis ecológica global y las políticas de lo salvaje. Errata Naturae. Madrid. 2021

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